Sobretostado
Un grupo de ciclistas de montaña desciende entre los cafetales de Colombia y explora el impacto del cambio climático sobre uno de los brebajes más amados del mundo y la vida de quienes dependen de él.
FotografĂas por SofĂa Jaramillo
Espera, no leas este artĂculo todavĂa. Antes, prepárate una taza de cafĂ©. Prepáralo como más te guste. Negro, con azĂşcar, leche o panela. Piensa de dĂłnde viene ese grano: de un arbusto del porte de un refrigerador, con hojas verdes y frutos ovalados del tamaño de una canica que se van poniendo rojos a medida que maduran. Imagina las manos por las que pasa: en el campo, en la planta de procesamiento, en el horno. Respira profundo y luego toma un sorbo.
Ahora sĂ, comencemos.
Estamos atrasados, pero don Ramiro Ceballos de todos modos nos saluda con una amplia sonrisa mientras nos vamos sentando en unas sillas plásticas acomodadas alrededor de una mesa. “¡Pasen, pasen!� nos dice, y apunta hacia una jarra de agua dulce. “Les tenemos aguapanela con limón y pasteles .�
Nuestras bicicletas están apoyadas en un muro blanco en la casa de Ramiro en Manizales, Colombia. Están cubiertas de barro, como una banda de cansados ​​caballos mecánicos. Acabamos de pedalear (o en mi caso rebotar) por un sendero conocido como La Garrucha, que claramente no es un sendero de mountain bike. Es un camino que usan los recolectores de café, a veces a caballo, para subir la montaña. Es angosto, empinado, demarcado y rodeado por todos los flancos por una espesa selva verde.
Luego de que nos acomodamos, Ramiro señala las hileras de arbustos que se elevan hasta la altura de una cabeza afuera de la ventana. “Llegamos aquĂ hace 20 años porque la tierra es tan sana, tan productivaâ€�, nos cuenta, refiriĂ©ndose a su modesta propiedad de tres hectáreas que se extiende sobre la empinada colina. Sin embargo, esta temporada ha sido difĂcil, porque mucha lluvia ha traĂdo más plagas y plantas podridas, lo que hace difĂcil programar la cosecha. “No hay mucho que podamos hacer cuando se trata del mal tiempo, excepto pedirle al Señor que cierre un poco la llaveâ€�.

Las palmas de cera del QuindĂo se levantan sobre la empinada colina y en las fincas a las afueras de Manizales. Este árbol, que puede llegar a medir hasta 61 metros de alto y es el árbol nacional de Colombia, es la variedad de palma más alta del mundo y solo una de las muchas especies Ăşnicas que crecen en el precipitado desnivel de la selva alta de la regiĂłn.
Ramiro es uno de los más de 500.000 propietarios de pequeños cafetales en Colombia. Conocidos como cafeteros, juntos cultivan cerca del diez por ciento del café en el mundo. Por casi 200 años, el café ha sido sinónimo de trabajo, escuelas, caminos, seguridad y orgullo para la gente de esta región. Ahora, un clima más caluroso y húmedo está amenazando el delicado balance de sol y lluvia que necesitan las plantas de café para crecer, poniendo en riesgo a los cafeteros de Colombia.
El cafĂ© es lo que nos presentĂł a nosotros cinco a Colombia. Nuestro equipo está conformado por la fotĂłgrafa SofĂa Jaramillo, la cientĂfica convertida en atleta EmilĂ© Zynobia, el snowboarder y emprendedor en el mundo del cafĂ© Alex Yoder, el cineasta Jr Rodriguez y yo. Inspirados en las profundas raĂces de SofĂa en el comercio de cafĂ©, pudieron usar mountain bikes para explorar una de las industrias que definen Colombia, descendiendo desde el terreno alpino de los Andes hasta las empinadas y verdes colinas de la regiĂłn cafetalera entre caminos de tierra y pistas Ăşnicas Terminamos en Maracaibo, en el rancho ganadero de la familia de SofĂa, y en el camino conversamos con productores como Ramiro y aprendimos sobre el impacto que ha tenido el cambio climático en la forma de vida de la regiĂłn.
“Otras provincias tenĂan cocaĂnaâ€�, nos dijo hace unos dĂas don Jaime Eduardo GutiĂ©rrez, un cafetero de Manizales. “Pero no nosotros. Nosotros estamos orgullosos de ganarnos la vida cultivando cafĂ©â€�.
Luego de solo un sorbo, podemos decir que el cafĂ© de Ramiro es bueno, tanto asĂ, que Alex, dueño de , le pidiĂł comprar un kilo de granos sin tostar para llevarse a Estados Unidos. Ramiro está desmoralizado. No tiene granos sin tostar en este momento, pero nos dice que tratará de conseguirnos un saco antes de que nos vayamos.
Sin embargo, el hijo de Ramiro, de solo 10 años, nos ofrece una alternativa, “¡también vendemos cuyes!�, nos dice con una vocecita de pájaro mientras aparece de repente por detrás de la puerta. “¿Quieren comprar uno?�


Tradicionalmente, los cafeteros en Colombia cosechan sus cultivos dos veces al año, pero los erráticos patrones de lluvia han forzado a algunos a cultivar durante todo el año, sacando los granos a medida que maduran. Esto significa que una misma planta puede tener una mezcla de granos verdes y rojos al mismo tiempo. Pedro Nicolás Valencia GarcĂa hace una cosecha colorida en la Finca Portugal, un cafetal a las afueras de Manizales.
Nuestro camino hacia la finca de Ramiro comenzĂł unos dĂas antes por un camino de tierra a unos 3.962 metros sobre el nivel del mar. A la cabeza, la descendiente de la realeza cafetera. La familia de SofĂa ha estado relacionada con el cafĂ© colombiano desde los inicios de la industria. Uno de sus tatarabuelos, Antonio PinzĂłn, es reconocido por ser quien comenzĂł con la primera granja para el cultivo del cafĂ© en la regiĂłn de Caldas en 1878. Su hijo, Carlos, conocido como “el Rey del CafĂ©â€�, es famoso por haber hecho que la industria del cafĂ© colombiano fuera famosa en todo el mundo. Un bisabuelo de SofĂa, Pedro Uribe MejĂa, contribuyĂł a iniciar la FederaciĂłn Nacional de Cafeteros de Colombia, una organizaciĂłn sin fines de lucro de ya 95 años que promueve la producciĂłn del cafĂ©, entre otros servicios, tanto dentro como fuera del paĂs. Con el reciente fallecimiento de su abuela, SofĂa siente que ya es hora de recorrer sus raĂces.
Aunque no tan antiguo como el cafĂ©, nuestro medio de transporte tambiĂ©n está profundamente arraigado en la cultura colombiana. El ciclismo es uno de los deportes más populares en el paĂs y la abundancia de caminos empinados y extenuantes en altura han sido cuna de ciclistas de calidad mundial durante dĂ©cadas, incluyendo al ganador del Tour de France 2019, Egan Bernal, uno de los ciclistas más jĂłvenes en ganar el tĂtulo en la historia de la carrera. La gran red de caminos de grava y senderos de agricultura que unen el Triángulo del CafĂ©, algunos de los cuales trepan los Andes, han hecho tambiĂ©n que este sea un destino cada vez más popular para tours en bicicleta y más recientemente para el mountain bike.
Fue esta combinación de bicicletas y café la que nos trajo hasta la dura región del páramo andino, en la parte más alta de la zona cafetera de Colombia.
“AquĂ es donde todo comienzaâ€�, nos explicaĚý, nuestro guĂa para este recorrido. “El suelo volcánico del páramo es lo que permite que los terrenos cafeteros más abajo sean tan fructĂferosâ€�.

Alex Yoder, Lucas Isakowitz y EmilĂ© (de izquierda a derecha) pedalean junto a una caĂda de agua justo fuera del Parque Nacional Los Nevados. Este parque de 5.666 hectáreas resguarda algunos de los picos más altos de Los Andes colombianos y es hogar de tres de los seis glaciares que quedan en el paĂs, de numerosos humedales y bosques en altura y de una variedad de ecosistemas de páramo, todo ello fuente de agua vital para los cafetales, pueblos y ciudades más abajo.
El páramo es un ecosistema tipo ciĂ©naga a gran altura, que solo se encuentra en la cordillera de Los Andes de algunos paĂses sudamericanos. AquĂ la vegetaciĂłn cumple el papel de una esponja gigante que retiene agua de lluvia y hielo derretido en el suelo y que la libera lenta y constantemente a travĂ©s de las temporadas tanto de lluvias como seca. Esto hace del páramo una gran reserva que proporciona agua para millones de colombianos (sobre el 70% de la poblaciĂłn del paĂs).
Además, el páramo tiene una gran biodiversidad, más del 80 por ciento de las plantas son endémicas, y es considerado el ecosistema que evoluciona más rápido en el mundo. A medida que rodamos por este sistema empapado, por caminos de tierra y grava que serpentean por la montaña, pasan por los matorrales de una de las especies que florecen en el páramo glacial en los suelos volcánicos: el frailejón. Esta es una planta gruesa e imponente con un tronco lleno de agua y hojas verdes suculentas en cuyas cabezas florecen flores lanosas.

A pesar de su apariencia espinosa, los frailejones en realidad pertenecen a la misma familia de plantas que las maravillas y las margaritas, y despliegan muchas flores amarillas, rojas o blancas durante casi todo el verano. Crecen solo en los páramos andinos y crean un paisaje de otro mundo, según Lucas (izquierda) y Alex (derecha).
Pronto dejamos atrás los frailejones e ingresamos a la selva, pedaleamos bajo un techo de hojas tan grandes como para envolver a un ciclista como si fuera un burrito. Los colibrĂes revolotean por los aires, son azules, anaranjados, verdes y cafĂ©s, tan pequeños como una ciruela y otros tan grandes como un pomelo. El páramo y la selva que lo rodea son un punto de gran biodiversidad dentro de un paĂs que ya es considerado como poseedor de las áreas más biodiversas del mundo. Más de 56.000 especies de plantas y animales, incluyendo más de 1.800 especies de aves, viven en Colombia y son cerca del diez por ciento de la biodiversidad del planeta. El páramo, con su suelo rico en carbono, sirve tambiĂ©n como un contenedor para el cambio climático.
Sin embargo, estos ecosistemas están cada vez bajo mayor riesgo. La ganaderĂa está reemplazando los sistemas naturales a toda altura de terreno, incluyendo los páramos y el —alguna vezâ€� extenso bosque montañoso de imponentes palmas de cera del QuindĂo. El oro, el carbĂłn y otros minerales están atrayendo a las compañĂas mineras hasta los páramos. Y las temperaturas, que se elevan en todo el mundo, suben más de lo que incluso este ecosistema tan rico y resiliente puede soportar.

Alex, Emilé y Lucas (de izquierda a derecha) pasan por los resabios de un alud en un camino a las afueras de Manizales. Tales deslizamientos se están volviendo cada vez más comunes entre los caminos de tierra de la región, a medida que el cambio climático se intensifica, tormentas cada vez más extremas saturan de agua las laderas empinadas.
El cambio climático tambiĂ©n está modificando los patrones climáticos del paĂs. Las tormentas están aumentando su intensidad y frecuencia, al igual que las sequĂas. Vimos el impacto que demasiada agua puede tener en las laderas a medida que descendĂamos, donde un alud gigante se llevĂł un trozo de montaña y dejĂł rocas del porte de un auto en la mitad del camino. Juan, nuestro guĂa, nos cuenta que este año ha llovido el doble de lo normal en la provincia de Caldas. Solo unos dĂas despuĂ©s, un cafetero nos cuenta que la cosecha se hace durante todo el año en vez de dos veces al año. Los periodos secos y de lluvia están tan desordenados, que los granos están madurando en cualquier momento.

La mayorĂa de los senderos en Manizales fueron hechos por trabajadores que se movilizaban entre las plantaciones bananeras y los cafetales. Ahora, mountain bikers como EmilĂ© suelen encontrar difĂcil pedalear estos caminos angostos y cubiertos de hojasâ€� o, en algunos casos, incluso espantoso.
Nada de esto parece molestarle a la pequeña niña con la que nos topamos en el siguiente pueblo, quien mirĂł a SofĂa y a EmilĂ© con ojos de asombro. â€�¡Mira, mira!â€�, gritĂł, “¡Esas niñas van con bicis grandes!â€�. Su amiguita se acercĂł a observar el paso de SofĂa y EmilĂ©, ambas sonreĂan emocionadas, hasta que un perro apareciĂł detrás de una reja, ladrando y tirando tarascones a nuestros tobillos.
Luego de descender 2.438 metros, finalmente llegábamos al corazón de la región cafetera.

EmilĂ© (a la delantera), SimĂłn Arias Lasso (en el medio) y el autor (al final) salen a un camino de tierra ancho luego de pedalear a travĂ©s de un barrio justo a las afueras de Manizales. SimĂłn es el cofundador de Trail Hunters, una compañĂa de turismo en Manizales, y nos acompañó como segundo guĂa en la parte más baja de la zona cafetera de Colombia.
Jeferson Gonzáles pasa sus dĂas en guerra contra un bicho del porte de un alfiler: el gorgojo del cafĂ© (Hypothenemus hampei) es una especie invasiva que llegĂł a Colombia a finales de la dĂ©cada de 1980. Este trabajador venezolano de 22 años trabaja en la Hacienda Venecia, una finca productora de cafĂ© de alrededor de 162 hectáreas y, una planta a la vez, corta con un cuchillo algunos frutos para ver si se han logrado.
“Mira, aquà hay uno�, nos dice, mientras nos muestra un fruto podrido y saca una manchita negra. Esta información le ayuda a la Hacienda Venecia a decidir y cuándo fumigar con pesticidas, el método más usado por los productores convencionales para controlar el gorgojo del café.

Jeferson Gonzáles emigrĂł a Colombia desde Venezuela en 2018, y ahora pasa sus dĂas revisando las plantas de cafĂ© en bĂşsqueda del invasivo gorgojo del cafĂ©. Este joven gana aquĂ en un dĂa lo que ganarĂa en dos semanas de trabajo en Venezuela y envĂa la mayor parte de su sueldo a su familia. “Quiero ver a mis papás, a mis hermanos y hermana, pero si me voy a Venezuela, ÂżquiĂ©n los va a ayudar? Soy el hijo mayor, asĂ que tengo que ayudarâ€�.
Jeferson nos habla sobre cultivar plantas sanas de cafĂ© con tal fluidez, que uno ni se imagina lo nuevo que es en el cultivo del cafĂ©. Él y su esposa emigraron a Colombia desde Venezuela en 2018, y dejaron atrás padres, madres, hermanos y hermanas menores. Jeferson trabaja en esta hacienda desde que llegĂł al paĂs.
“En Venezuela tomamos cafĂ©, pero yo no sabĂa nada sobre el cultivo de la planta y ser cafeteroâ€�, nos cuenta, “ahora, despuĂ©s de cuatro años aquĂ, el cafĂ© se ha convertido en una gran parte de mi vidaâ€�.
El empleo es quizás la mayor contribución de café a la región. Cerca de 500.000 campesinos colombianos viven del cultivo del café y el 95% de los cafetales colombianos tiene menos de 5 hectáreas. Si pensamos además en los transportistas, tostadores, vendedores y exportadores de café y todas las personas que se benefician de este cultivo, ese porcentaje es aún mayor. La Hacienda Venecia emplea a 50 personas durante el año para cuidar las plantas y a 400 personas durante la época de cosecha.
“El cafĂ© significa muchĂsimo trabajoâ€�, dice Pedro Nicolás Valencia GarcĂa, un recolector de cafĂ© con el que conversamos en una finca cercana, “el cafĂ© les da a los campesinos la posibilidad de vivir de la recolecciĂłn de cafĂ©â€�.
En este contexto, la batalla de Jeferson contra el gorgojo del cafĂ© es sumamente importante. Este insecto diminuto es considerado la plaga más dañina en la mayorĂa de los paĂses productores de cafĂ©. Se alimenta exclusivamente de granos de cafĂ© y, si no se lo tiene bajo control, puede hacer desaparecer el cultivo de una regiĂłn completa.
Se estima que la situaciĂłn empeorará debido al cambio climático. A medida que las temperaturas suben, el hábitat del bicho se extiende hacia las alturas. El cafĂ© solĂa crecer en cualquier parte sobre los 884 metros, pero como el calor y las plagas han ido moviĂ©ndose a terrenos más altos, es difĂcil encontrar cultivos bajo los 1097 metros. Un estudio sugiere que, con un aumento de casi 1°C, los productores tendrán que subir 168 metros para mantener la productividad y calidad actual. La lenta migraciĂłn hacia tierras más altas puede dejar atrás algunos cafetales y productores.
El primer dĂa de nuestro viaje, don Jaime Eduardo GutiĂ©rrez nos comenta que “Los cafeteros con los que realmente quieres conversar, ya no estánâ€�, y nos explica cĂłmo las producciones en terrenos más bajos han abandonado el cafĂ©.
De todos modos, la abundancia de alturas y suelos volcánicos significa que Colombia seguirá produciendo cafĂ©, incluso en un mundo más caluroso. Eso, si los cafeteros pueden, de alguna manera, prepararse contra los cambios que vienen y todavĂa pueden vivir de su producciĂłn dentro de una industria más complicada.
Para don Ramiro Ceballos, el cambio climático es una amenaza que también acecha su bolsillo. Su granja produce cerca de 748 kilos de café al año, lo que, dependiendo del precio de venta del café, genera entre $2.000 y $3.000 USD. “Me preocupa que llueva demasiado, pero más me preocupa encontrar buenas manos para trabajar la tierra, buenos trabajadores y, por supuesto, el precio del café�, nos comentó cuando visitamos sus terrenos, “a fin de cuentas, el café para nosotros es trabajo y dinero�.

Manizales es la capital del Departamento de Caldas y, por ello, está ubicada en el corazĂłn de la regiĂłn cafetera de Colombia, una bulliciosa ciudad de unas 430.000 personas, rodeada de granjas empinadas, una selva espesa y un sistema de senderos cada vez más conocido. FotografĂa: SofĂa Jaramillo
Algunas dĂ©cadas atrás, un puñado de ambiciosos ciclistas se dieron cuenta de que las laderas empinadas que rodean Manizales, tan ideales para cultivar cafĂ©, ±č±ôáłŮ˛ą˛Ô´Ç y palta (aguacate), podrĂan tambiĂ©n serlo para el mountain bike: de hecho, tan ideales son estos caminos, que los senderos cercanos y las rutas agrĂcolas, desde entonces, han recibido numerosos campeonatos nacionales y formado al ciclista de descenso más condecorado de SudamĂ©rica, Marcelo GutiĂ©rrez. En 2018, la ciudad albergĂł una de las fechas del Enduro World Series, un evento que comenzĂł con un descenso urbano a alta velocidad por las calles y callejones de Manizales.
Los senderos de Manizales tambiĂ©n han sido la cuna de muchas compañĂas de turismo en mountain bike (como Kumanday Adventures, cofundada por nuestro guĂaĚýĚý) que llevan turistas en bicicleta por la ciudad y por los caminos de tierra en las laderas que conducen a áreas más lejanas en la montaña. Hoy, una buena cantidad de ciclistas pasa por los pueblos y fincas más alejados. A muchos de estos sitios no se puede llegar en automĂłvil, de modo que los locales han comenzado a alimentar a los turistas. “Yo llamo a todo esto la nueva economĂa de la bicicletaâ€�, nos diceĚý, nuestro segundo guĂa para las regiones más bajas de los cafetales. “La gente instala puestos los fines de semana para ofrecer jugo de naranja, almuerzos y cafĂ©â€�.

Un viejo letrero aparece entre la vegetaciĂłn en una plantaciĂłn de caña de azĂşcar, evidencia de una carrera de mountain bike que se llevĂł a cabo en la zona hace años. Ahora, el camino es frecuentado principalmente por campesinos y ocasionalmente por mountain bikers que buscan una ruta más salvaje. FotografĂa: SofĂa Jaramillo
Hacemos una parada rápida para tomar cafĂ© y comer algunos bocadillos de guayaba (bocados energĂ©ticos hechos de pasta de guayaba) en una tienda al costado del camino en el pueblo de Neira. Luego, seguimos ruta por un área residencial hasta que encontramos un desvĂo en bajada. Estos caminos empinados de tierra son vĂas de transporte entre las fincas y los pueblos, asĂ que no era de sorprenderse que estuviera bloqueado por dos caballos.
“Solo no pasen demasiado cerca y estarán bien�, nos dijo Simón mientras pasábamos por el lado de los caballos, quienes ni siquiera se percataron de nuestra presencia.
Rápidamente el sendero se enangostĂł hasta volverse un singletrack, dividido por un gran surco producto de las Ăşltimas lluvias, justo antes de cruzar una combinaciĂłn de plantaciones de caña de azĂşcar y cafĂ©. A medida que ingresábamos en los campos de caña de azĂşcar, empezamos a escuchar un sonido distante, pero rĂtmico, bum, hiss, clac. Sin previo aviso, una invasiĂłn de perros apareciĂł de la nada, aullando, ladrando y tirando tarascones a nuestros tobillos. Gritamos, gruñimos y tratamos de mantener nuestras piernas lejos de su alcance mientras pedaleábamos.
El boom, hiss, clack aumentaba su volumen mientras más nos acercábamos a las cañas de azĂşcar, hasta que finalmente pudimos saber de dĂłnde venĂa. Dentro de dos modestos edificios de concreto, un grupo de hombres preparaba panela, un tipo de azĂşcar no refinada hecha de jugo de caña de azĂşcar hervido que en Colombia se usa para endulzar el cafĂ©.

El grupo descubre que hacer panela es un trabajo duro al toparse con una pequeña fábrica en mitad del campo de caña de azĂşcar. Los colombianos consumen tanta panela como para mantener 20.000 instalaciones similares alrededor del paĂs. El dueño de esta pequeña fábrica, don Ă“scar, la ha comercializado por 40 años y le ha traspasado sus conocimientos a su hijo, Ă“scar Jr. (de blanco).
Don Ă“scar, el propietario de la producciĂłn, está sentado en una silla junto al burbujeante azĂşcar de caña, con una horquilla en cada mano y un cigarro en la boca. Este ha sido su trabajo durante 40 años y mientras tiraba cáscara seca a un fuego debajo de la caldera hirviente, nos dijo que los trabajadores en la finca toman cafĂ© con panela porque necesitan energĂa para la jornada laboral. Otro trabajador nos cuenta que la panela se usa para endulzar el cafĂ©, porque todos los granos de buena calidad se mandan fuera del paĂs y ellos se quedan con los más amargos y malos para el mercado local. La brecha entre cultivar cafĂ© y tomar cafĂ© es ancha.
Antes de irnos, el hijo de Ă“scar, Ă“scar Jr., nos entrega cuatro paquetes de panela fresca y nos dice que volvamos cuando queramos. Mientras nos subĂamos a las bicicletas, alguien dijo que este era el trabajo más duro que habĂa visto. Respondimos con el silencio, el vapor de la panela caliente en las mochilas y el rĂtmico bum, hiss, clac nos siguen hacia a la selva.

La panela se usa generalmente para hacer un cafĂ© dulce que llaman cafĂ© campesino. Esta preparaciĂłn es como casi siempre se toma el cafĂ© en el campo colombiano. Ă“scar Jr. (a la izquierda) revuelve el burbujeante jugo de caña; cuando espesa, se le da forma de ladrillo y se lo deja enfriar (a la derecha). FotografĂa: Alex Yoder
DespuĂ©s de otro descenso que parece no terminar nunca llegamos a un nuevo ejemplo de la “nueva economĂa de la bicicletaâ€� que mencionaba SimĂłn, una pequeña casa con un cartel que anuncia snacks a la venta. Una abuela y una niña pequeña asoman la cabeza por la ventana. ÂżQuĂ© queremos? Refrescos, galletas y cigarrillos, por favor.
La abuela sale con el paquete de nuestro pedido. Su nombre es doña Socorro MarĂn y vive en la zona desde hace algunas dĂ©cadas. A medida que más y más ciclistas comenzaron a usar esta ruta, ella empezĂł a instalar su puesto para venderle a la gente que pasaba. Jura que nos ha visto antes y nos pregunta cuándo volveremos. Le respondemos que ojalá pronto. Nos dice que tengamos cuidado con los perros.
OlvĂdate de la ruta menos montada. La mejor ruta es la que usan los locales.

Colombia es hogar de una gran variedad de frutas tropicales, la que sirve para apaciguar la sed a la orilla del camino. Simón (al centro), Emilé (a la izquierda) y Lucas (a la derecha) se detienen por guayabas a las afueras de Manizales.
La Esperanza es la Ăşltima finca que visitamos y es, además, un modelo para lo que serĂa un futuro cafetero sustentable. A la distancia, la propiedad de 20 hectáreas parece una selva tupida, pero bajo la mayorĂa de los árboles hay plantas de cafĂ© creciendo a su alero. “Como gallinas que protegen a sus pollosâ€�, explica don Hernán PĂ©rez, propietario de La Esperanza.
Hernán es alto y desgarbado, con ojos amables y manos grandes que usa para gesticular mientras habla. Hernán comenzĂł la transiciĂłn hacia una operaciĂłn completamente regenerativa hace diez años, usando prácticas de cultivo que priorizan la salud del suelo y el agua, atrapando asĂ más carbono que el cultivo de cafĂ© convencional. Es el tipo de cafĂ© que Alex quiere vender en Overview y que además logrará mejores ventas en el mercado internacional a travĂ©s de minoristas de alta gama. “FilosofĂa y economĂa aquĂ se entrelazanâ€�, nos dice Hernán, “filosofĂa porque queremos ser ecolĂłgicos y economĂa porque tenemos que pagar las cuentasâ€�.

Don Hernán Pérez (a la izquierda) le muestra a Alex (a la derecha) La Esperanza, le señala los arbustos de café bajo la sombra de los árboles, “como gallinas que protegen sus pollos�, dice. Chocolate, el crestado rodesiano de Hernán, viene más atrás.
El suegro de Hernánnunca cortĂł un solo árbol en la propiedad para asĂ poder cultivar variedades de cafĂ© a la sombra, lo que ayudĂł con la transiciĂłn de la granja a una operaciĂłn regenerativa. Pero los primeros años fueron de todas formas muy difĂciles, porque las plantas producĂan menos granos, como si tuvieran abstinencia de los herbicidas y fertilizantes quĂmicos. Ahora que las cosas se han estabilizado, ya medida que más diversidad llega a la propiedad, los depredadores naturales del gorgojo del cafĂ© han eliminado la plaga sin necesidad de quĂmicos. “Si solo tuviĂ©ramos cafĂ©, el hábitat solo serĂa adecuado para los bichos que viven con el cafĂ© o del cafĂ© , por eso aparecen las plagasâ€�, nos cuenta. “Pero en un bosque natural, no encuentras muchas plantas enfermas, porque hay un equilibrioâ€�.
Hernán está enfocado ahora en cultivar de manera silvestre. “La propiedad está tan sana, que hasta los duendes han regresado�, nos dice medio en broma y agrega que a las criaturas mágicas del bosque tampoco les gustan los pesticidas.

La finca de cafĂ© de Hernán, La Esperanza, es un ejemplo vivo y floreciente de las posibilidades de la agricultura Orgánica Regenerativa: el cafĂ© a la sombra, sin quĂmicos, en una finca preparada para soportar las alzas en las temperaturas. FotografĂa: SofĂa Jaramillo
Esta selva diversa, con un ejĂ©rcito de criaturas listas para luchar contra las plagas y árboles que dan sombra a las plantas de cafĂ©, ayudará a preparar la finca para los futuros desafĂos del cambio climático. Sin embargo, aunque Hernán quisiera que todos los cafeteros pudieran hacer lo que Ă©l hace, admite que no es fácil. Manejar la economĂa es difĂcil, porque los ingresos bajan los primeros años. Ahora que el cambio está hecho en esta finca, Hernán intenta vender su cafĂ©, bajo el nombre deĚý , directamente a los minoristas de alta gama como Overview, que pagan más, pero eso necesita de conexiones con variados mercados que muchos cafeteros rurales no tienen. Para muchos agricultores, la diferencia entre la producciĂłn convencional y la regenerativa es tan grande que la transiciĂłn necesitarĂa enormes sumas para el financiamiento y además apoyo tĂ©cnico.
Y es aquà donde yace la debilidad de la adaptación: Prepararse para el cambio climático requiere darse el lujo de mirar más allá de los problemas inmediatos, hacia 10, 20 o 30 años en el futuro.
Cuando nos vamos, Hernán nos dice que nos aseguremos de pedirle permiso a los duendes cuando pasemos con nuestras bicicletas por la selva o se nos puede pinchar una rueda.

Además de ser un profesional del snowboard y activista, Alex es también emprendedor. En 2018, fundó Overview Coffee para apoyar a los pequeños productores de café a transicionar sus fincas hacia la agricultura Orgánica Regenerativa, lo que les generará más ganancias en el mercado internacional.
Nuestro Ăşltimo dĂa sobre ruedas fue difĂcil. Viajamos desde La Esperanza por caminos de tierra y concreto hasta , donde está el rancho ganadero de la familia de SofĂa. Durante la semana que pasamos pedaleando por las zonas más lluviosas del planeta, solo usamos nuestras chamarras de lluvia una vez. “Mi tĂo dice que no habĂan tenido una semana tan seca en seis mesesâ€�, nos comenta Sofia, “creo que mi abuela nos estaba cuidando y se asegurĂł de que no nos empapáramosâ€�.
Mientras pedaleamos vemos cĂłmo la selva comienza a abrirse. Vides cuelgan de las ramas, el follaje de los árboles se abre a un cielo azul y la sensaciĂłn de sudor, tierra, trabajo y bichos se difumina y transforma en la imagen de una producciĂłn cafetera que ninguno de nosotros vio al inicio de este viaje. En cada taza hay una tensiĂłn entre el romance (aromas deliciosos, hojas verdes y frondosas, picaflores revoloteando e incluso duendes de la selva) y lo crudo de la difĂcil vida de los agricultores cafeteros, las plagas invasivas que se devoran las plantas y una vida completa ocupada por un ciclo de trabajo duro.
A medida que avanzábamos vimos a alguien a la orilla del camino que nos saludaba con la mano. Era Ramiro, con una sonrisa tan amplia como siempre y un kilo de granos verdes sin tostar que le dio a Alex. A su vez, Alex le llevĂł el saco a su tostador de cafĂ© en Jackson Hole para ver si podĂa crear un producto que tuviera la capacidad de transformar los dĂłlares estadounidenses en un ingreso directo y significativo para un cafetero como Ramiro.
“Regresen en la temporada de cosecha�, nos dice Ramiro, “¡e inviten a más personas!�
Nota del editor:Ěýtodas las opiniones vertidas aquĂ son del autor y no representan a ningĂşn empleador u otra organizaciĂłn.