Del Appalachian Trail a la ciudad de Nueva York
Todas las fotos cortesÃa de Britney Caceres.
Britney Caceres tenÃa quince años cuando, para su sorpresa, sus padres la dejaron junto a sus hermanos en el Sendero de los Apalaches, prometiendo recogerlos tres dÃas y 80 kilómetros más adelante. Para ese entonces no lo sabÃa, pero esa aventura a través del bosque determinarÃa la forma en la que iba a criar a sus hijos en Manhattan.
Britney creció a la sombra de la cordillera Azul, en Virginia Occidental, donde pasó mucho tiempo de su infancia trepando árboles y escalando a la orilla de rÃos con sus tres hermanos menores. Pero, a pesar de que su hogar se encontraba en medio de uno de los paisajes más inspiradores de Estados Unidos, su familia no era realmente una de mochileos y aventuras. La única vez que sus padres los llevaron de campamento, supone que obligados por el lugar que habitaban, sus cenas envueltas en papel de aluminio cayeron al fuego, por lo que se vieron obligados a sobrevivir a base de galletas.
Sin embargo, Britney comenzó a sentir entusiasmo por las actividades al aire libre desde pequeña. Su profesora de segundo grado en la primaria fue una gran influencia para ella; solÃa contar historias en clases sobre cómo fue vivir en una carpa con su familia. Para una Navidad regaló a sus estudiantes ejemplares de un libro llamado 50 cosas sencillas que tú puedes hacer para salvar la tierra. “Me hizo ser muy consciente del movimiento ambiental y de cuán importante era cuidar la naturaleza y el planetaâ€�, explica Britney.
Considerando su entorno, esta creciente preocupación por el medioambiente era algo que tenÃa todo el sentido del mundo para ella. Pasó mucho tiempo al aire libre con sus hermanos y con otros cinco hijos de un amigo de la familia, todos varones. “Mis padres nos criaron siempre con cierta ‘libertadâ€�, como ellos le decÃanâ€�, recuerda. “Me educaron con mucha independencia y orientación a la naturalezaâ€�. Ser la única niña del grupo nunca fue un problema para ella, aunque sà que le trajo ciertos contratiempos. TenÃa que observar con envidia cómo sus hermanos menores y amigos se convertÃan en boy scouts y aprendÃan habilidades básicas, por ejemplo, filtrar agua o hacer una fogata. Ansiaba vivir esas experiencias también, e intentaba unirse al equipo cada vez que podÃa, incluso si eso solo significara acompañarlos por las mañanas, mientras ellos preparaban desayuno en el campamento. “Yo era muy persistenteâ€�, afirma. “TenÃa muchas ganas de hacer lo mismo que ellos. Me preguntaba por qué no podÃaâ€�. Entonces se propuso aprender todo aquello que los chicos aprendÃan como scouts.
La idea de que los chicos recorrieran el Sendero de los Apalaches se les habÃa ocurrido a unos amigos de la familia, quienes se habÃan encargado de la planificación y la logÃstica; Britney y sus hermanos se sumaron a la idea para disfrutar del paseo. Las habilidades aprendidas como boy scouts dieron sus frutos; ya habÃan avanzado bastante desde el punto de partida cuando supieron que podrÃan cuidar bien de sà mismos, aunque de manera algo tosca. “Probablemente nuestras viejas mochilas fuesen de segunda manoâ€�, dice. Uno de sus hermanos habÃa llevado un palo de golf, en caso de que defenderse fuese necesario. “No éramos mochileros experimentadosâ€�, afirma. “Tan solo niños en medio del sendero, avanzando un kilómetro tras otroâ€�.
De todos modos, sabÃan leer mapas para encontrar fuentes de agua. También sabÃan cocinar, montar campamentos y desarmarlos. Para Britney, el darse cuenta de que podÃan sobrevivir al aire libre sin ayuda era algo energizante. Completar 80 kilómetros en tres dÃas no era una hazaña menor. Esas jornadas por el sendero le enseñaron a confiar en su propio juicio y a perseverar cuando las cosas se ponen difÃciles.
Su amor por la naturaleza nunca disminuyó. Estudió Ciencias Pesqueras y Acuáticas en la universidad, su objetivo era conseguir trabajo en el Servicio Forestal o el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos. Tras graduarse se mudó a Nueva York para unirse a un programa de becas para profesores, pensando que serÃa algo temporal. Pero sus planes cambiaron cuando comenzó a salir con el hombre que ahora es su esposo, un neoyorquino de tomo y lomo. Se establecieron en Manhattan, lo que fue duro para ella al comienzo. Pasaba meses sin aventurarse en la naturaleza. “SentÃa que habÃa perdido una parte de mà al trasladarme a la ciudadâ€�, dice.
Durante el primer embarazo, la pareja se mudó a un departamento a dos cuadras de Central Park. A medida que fue llegando el resto de los hijos (cuatro en total, de entre cuatro y once años), el parque pasó de ser un simple lugar para descansar de la ciudad a convertirse en un sitio indispensable de conexión con el medioambiente. Britney incluso comenzó a dar clases para niños allÃ, para que pequeños de tan solo año y medio pudieran aprender el valor de juguetear en la naturaleza y de ensuciarse mucho. “Vivimos con cuatro niños en un departamento de solo dos habitaciones. Pero no podemos mudarnos porque estamos a dos cuadras del parqueâ€�, dice entre risas. “Eso vale mucho más que un departamento más grandeâ€�.

Las caminatas, como aquella del verano pasado a las montañas Uinta, en Utah, le ofrecen a esta familia citadina su dosis de naturaleza. De izquierda a derecha: Ezra (11), Leo (7), Lucia (9), Isa (4) y Britney.

Cruzar puentes hechos de árboles caÃdos, en familia, siempre será sinónimo de diversión. Otro recuerdo de la aventura vivida el año pasado en las montañas Uinta, Utah. De adelante hacia atrás: Isa, Ezra, Lucia y Leo.
Cuando lleva a sus hijos al parque, se siente como estar en medio de la naturaleza salvaje. La zona norte está conformada por 16 hectáreas de árboles, cascadas, formaciones rocosas y todo tipo de flora y fauna. Durante la pandemia, cuando las ciudades estuvieron en cuarentena, sus hijos desarrollaron interés por la observación de aves. Ahora pueden identificar distintas especies que habitan en Central Park, como el herrerillo bicolor y el carbonero.
Para Britney, criar a sus hijos en la ciudad significa esforzarse un poco más para asegurarse de que aprendan las mismas lecciones de la naturaleza que ella aprendió de pequeña. Ahora que el mayor va a la secundaria, se siente cómoda dejándolo explorar el parque por su cuenta junto a su hermana de nueve años.
Britney asegura haber aprendido que no es necesario vivir en el bosque para aprovechar los beneficios que ofrece la naturaleza. Y aunque está totalmente abierta a la idea de dejar que sus hijos se aventuren por el Sendero de los Apalaches, tal como ella tuvo que hacerlo, siente que es más importante lo que hacen ahora: conocer su lugar en el mundo natural, asà como también la importancia de su rol como guardianes del planeta.
“Si pasan tiempo en los bosques y los desiertos y atesoran recuerdos y conexiones asociadas a la naturaleza, entonces sentirán un mayor deseo de protegerla y preservarla para el futuro”, afirma. “Salir al aire libre es una buena forma de encontrar ese deseo. Y lo mejor de todo es que puede ser en cualquier lugar, incluso si solo se trata del parque a la vuelta de la esquinaâ€�.